miércoles, 17 de junio de 2020

Comentario a mi Maestro


Estimado Dick, agradezco por compartir este artículo con mi persona. Acabo de leerlo, y ni bien leí el título, me llevó a relacionarlo directamente con unos artículos de Byung-Chul Han que fácilmente había encontrado en la telaraña sistemática que nos acoge en tiempos para nada personales.

No pretendo hacer una crítica a tu artículo, sería una pretensión muy grande contradecir a mi maestro. Tan solo desarrollaré algunas de tus ideas que me parecieron importantes y de forma muy breve y a la vez espero haber comprendido tu propuesta. Por ejemplo, en aquella idea de transtemporalidad que mencionas, es importante señalar lo más básico de la ciudad de Dios, que Dios es Amor. Y por tal motivo, se ha sostenido que el motor de la historia es el amor, muy distinto y muy distante a la idea de Heráclito y hasta el mismo Hegel. El motor de la historia es la guerra.

Esta guerra, a la cual nos enfrentamos, y si no mal recuerdo y en son de bromas en alguna de tus clases nos decías: “… la IV o V guerra mundial la combatiríamos con arcos y con flechas”. Miramos la realidad y percibimos que no esperamos tanto tiempo para vivir dicho combate. El problema es que este combate lo estamos lidiando con una nueva generación de “profesionales” a los que tanto le gustan los likes y los detestables dislikes. Esta generación post millenials o más conocida como generación Z, se caracteriza por haber perdido la mayor de las guerras, no la idea rating ni mucho menos la idea de casa sino la idea de hogar y sobre todo de familia. El joven zeta tiene como padre y como madre a una máquina, ya sea cualquier tipo de dispositivo “Smart” y para nada amoroso, llegando a la conclusión Cartesiana, “maquina soy”.

La guerra la hemos perdido cuando el hombre ha perdido el amor, no tomamos conciencia, a pesar, de haber pasado por una generación del 68, ya vivimos un critica a la razón por la escuela de Frankfurt. Por eso, si nos olvidamos de esta transtemporalidad de Amor, seguiremos en un espacio temporal continuo donde la razón seguirá siendo la soberbia y protagonista de la historia, donde algún otro filosofo o algún presidente, clarificará a esta pandemia como una simple gripe., como diría el mismo Voltaire en su poema del terremoto de Lisboa “Filósofos engañados que gritan todo está bien”.
Yo digo: “nada está bien”. Ahora el protagonista de la historia ya ni si quiera es el gen y de tipo egoísta, sino un virus, que saca lo peor del ser humano, si solo se vive en aquella temporalidad continua. Expresadas ya no solo en el “homo videns” ni solo en el hombre económico sino en una cosa absurda entregada al engaño. (res cogitans)

Cómo vamos a estar bien si vivimos en tiempos de guerra. Donde el otro, el hermano, el que llora, siente, muere y sobre todo muere, ha perdido el amor, dejando otra vez, la esperanza en la caja de pandora. No hay descanso eterno para aquellas almas ni para sus familias. No hay un verdadero abrazo, pues en palabras de Sartre, “el otro es mi infierno”. El otro me mata. De todo esto habrá aprendido Camus, para decirnos el verdadero problema de la filosofía, al estilo de Hamlet, “To be, or not to be, that is the question”.

Pero realmente el problema no es la guerra ni mucho menos el virus, es la actitud con que nos enfrentamos a nuestras circunstancias, estas actitudes serán actitudes éticas que tendrán que luchar con los cuatro puntos que has mencionado bien: El libido dominante de la propiedad privada, y solo por mencionar algo, ver los carritos en los supermercados, y me quedo corto en esto o por algún sujeto que brinda con una botella de mil dólares “carinae” por la valentía de todos los peruanos acaecidos. La esclavitud, provocada por el libido, que se expresará en situaciones psicológicas bastante decepcionantes, a la cual, se le suma la idea de la casa cárcel, de perdida de libertad y por ente de perdida de responsabilidad. Individuos enfermos latentes que se engañan con la edad tecnológica que enferma más que sana, enferma los cuerpos de combates y de guerras de pirámides de vasos y correrías detrás de un balón y música tan detestable como propaganda de “yo se cuidar mi cuerpo” de pasadas generaciones.

A dónde o a quién dirijo mi pregunta ¿Quién cura mi alma? Acaso lo hará el estado todo poderoso, con sus nuevas religiones, ya sea el derecho, ya sea el miedo, según los regímenes propios de cada estado que propicia más guerra para justificar el positivismo jurídico, aquello llamado soberanía.

La revolución de amor como propones aún está lejos, aunque esa voz en el desierto es super importante, pues ahora como antes aquella pleonexia para nada teleológica ni virtuosa, será otra vez el motor de la historia. El hombre económico representado en esos hombres forjadores del vellocino de oro, se repite como aquel eterno retorno inconsciente donde el Amor que desciende de los cielos con ternura se vuelve a romper en palabras de no amor al prójimo.

Hay que volvernos poetas antes que viajeros, como diría Unamuno. “La manía de viajar viene de la topofobia y no de la filotopía. El que viaja mucho va huyendo de cada lugar que deja y no buscando cada lugar que llega”. Hay que volvernos poetas pues la realidad del lenguaje tiene que hacer frente al vacío de la desesperación. Los poetas son aquellos seres liberadores que nos desatan de las cadenas de la materia y nos dejan entrar en un mundo nuevo, un mundo de almas sensibles. Sólo así podremos hablar de la revolución del amor.


Finalmente, brindemos como buenos poetas o como grandes amigos ¡Salud!.

Gabriel Sánchez Cuadros
Atte


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