Estimado Dick, agradezco por compartir este artículo
con mi persona. Acabo de leerlo, y ni bien leí el título, me llevó a
relacionarlo directamente con unos artículos de Byung-Chul Han que fácilmente había
encontrado en la telaraña sistemática que nos acoge en tiempos para nada
personales.
No pretendo hacer una crítica a tu artículo, sería una
pretensión muy grande contradecir a mi maestro. Tan solo desarrollaré algunas
de tus ideas que me parecieron importantes y de forma muy breve y a la vez
espero haber comprendido tu propuesta. Por ejemplo, en aquella idea de transtemporalidad
que mencionas, es importante señalar lo más básico de la ciudad de Dios, que
Dios es Amor. Y por tal motivo, se ha sostenido que el motor de la historia es
el amor, muy distinto y muy distante a la idea de Heráclito y hasta el mismo
Hegel. El motor de la historia es la guerra.
Esta guerra, a la cual nos enfrentamos, y si no mal
recuerdo y en son de bromas en alguna de tus clases nos decías: “… la IV o V
guerra mundial la combatiríamos con arcos y con flechas”. Miramos la
realidad y percibimos que no esperamos tanto tiempo para vivir dicho combate. El
problema es que este combate lo estamos lidiando con una nueva generación de
“profesionales” a los que tanto le gustan los likes y los detestables dislikes.
Esta generación post millenials o más conocida como generación Z, se
caracteriza por haber perdido la mayor de las guerras, no la idea rating ni
mucho menos la idea de casa sino la idea de hogar y sobre todo de familia. El
joven zeta tiene como padre y como madre a una máquina, ya sea cualquier tipo
de dispositivo “Smart” y para nada amoroso, llegando a la conclusión
Cartesiana, “maquina soy”.
La guerra la hemos perdido cuando el hombre ha perdido
el amor, no tomamos conciencia, a pesar, de haber pasado por una generación del
68, ya vivimos un critica a la razón por la escuela de Frankfurt. Por eso, si
nos olvidamos de esta transtemporalidad de Amor, seguiremos en un espacio
temporal continuo donde la razón seguirá siendo la soberbia y protagonista de
la historia, donde algún otro filosofo o algún presidente, clarificará a esta
pandemia como una simple gripe., como diría el mismo Voltaire en su
poema del terremoto de Lisboa “Filósofos engañados que gritan todo está bien”.
Yo digo: “nada está bien”. Ahora el protagonista de la
historia ya ni si quiera es el gen y de tipo egoísta, sino un virus, que saca
lo peor del ser humano, si solo se vive en aquella temporalidad continua.
Expresadas ya no solo en el “homo videns” ni solo en el hombre económico
sino en una cosa absurda entregada al engaño. (res cogitans)
Cómo vamos a estar bien si vivimos en tiempos de
guerra. Donde el otro, el hermano, el que llora, siente, muere y sobre todo
muere, ha perdido el amor, dejando otra vez, la esperanza en la caja de
pandora. No hay descanso eterno para aquellas almas ni para sus familias. No
hay un verdadero abrazo, pues en palabras de Sartre, “el otro es mi infierno”.
El otro me mata. De todo esto habrá aprendido Camus, para decirnos el verdadero
problema de la filosofía, al estilo de Hamlet, “To be, or not to be, that is
the question”.
Pero
realmente el problema no es la guerra ni mucho menos el virus, es la actitud
con que nos enfrentamos a nuestras circunstancias, estas actitudes serán
actitudes éticas que tendrán que luchar con los cuatro puntos que has
mencionado bien: El libido dominante de la propiedad privada, y solo por
mencionar algo, ver los carritos en los supermercados, y me quedo corto en esto
o por algún sujeto que brinda con una botella de mil dólares “carinae” por la
valentía de todos los peruanos acaecidos. La esclavitud, provocada por el
libido, que se expresará en situaciones psicológicas bastante decepcionantes, a
la cual, se le suma la idea de la casa cárcel, de perdida de libertad y por
ente de perdida de responsabilidad. Individuos enfermos latentes que se engañan
con la edad tecnológica que enferma más que sana, enferma los cuerpos de
combates y de guerras de pirámides de vasos y correrías detrás de un balón y
música tan detestable como propaganda de “yo se cuidar mi cuerpo” de
pasadas generaciones.
A
dónde o a quién dirijo mi pregunta ¿Quién cura mi alma? Acaso lo hará el estado
todo poderoso, con sus nuevas religiones, ya sea el derecho, ya sea el miedo, según
los regímenes propios de cada estado que propicia más guerra para justificar el
positivismo jurídico, aquello llamado soberanía.
La
revolución de amor como propones aún está lejos, aunque esa voz en el desierto
es super importante, pues ahora como antes aquella pleonexia para nada
teleológica ni virtuosa, será otra vez el motor de la historia. El hombre
económico representado en esos hombres forjadores del vellocino de oro, se repite
como aquel eterno retorno inconsciente donde el Amor que desciende de los
cielos con ternura se vuelve a romper en palabras de no amor al prójimo.
Hay que volvernos poetas antes que viajeros, como
diría Unamuno. “La manía de viajar viene de la topofobia y no de la
filotopía. El que viaja mucho va huyendo de cada lugar que deja y no buscando
cada lugar que llega”. Hay que volvernos poetas pues la realidad del
lenguaje tiene que hacer frente al vacío de la desesperación. Los poetas son
aquellos seres liberadores que nos desatan de las cadenas de la materia y nos
dejan entrar en un mundo nuevo, un mundo de almas sensibles. Sólo así podremos
hablar de la revolución del amor.
Finalmente, brindemos como buenos poetas o como
grandes amigos ¡Salud!.
Gabriel Sánchez Cuadros
Atte